Parece mentira que tengamos que remontarnos a tanto tiempo atrás para descubrir los inicios del chef, pero si queremos ser justos, la figura se remonta al descubrimiento del fuego. Aquel primer ser humano que, debido a su curiosidad, acercó un trozo de carne al fuego y descubrió una nueva manera de alimentarse y de crear.
Y como la curiosidad es algo innato en nosotros, no podía quedarse allí, simplemente dándole cocción a la carne, sino que poco a poco se fueron buscando maneras de intensificar el sabor, de modificarlo. De hecho, se tiene constancia de que en el año 6.000 A.C., en el norte de Europa ya utilizaban especias como la mostaza.
Por supuesto también empezaron a crearse los primeros utensilios, necesarios para manipular la carne en el fuego.
Pero la figura del cocinero como tal, se remonta tiempo después, en la época clásica. Las primeras personas que trabajaron en esta profesión fueron en su gran mayoría esclavos, supervisados por un cocinero más experimentado. Pero no fue hasta la época del Imperio Romano, cuando la comida pasó a un plano más de diversión, de disfrute y gozo para los comensales. De hecho, fue en aquella época cuando se creó la primera escuela de cocineros llamada Collegium Coquorum.
A principios del siglo XIV, surgió Guillaume Tirel, uno de los primeros grandes chefs de la historia, y cuya misión fue la de preparar alimentos a través de experimentar con mezclas y combinaciones y añadiendo salsas o especias para jugar con los sabores que presentaba.
Poco a poco, la evolución natural llevó a la creación de locales donde se ofrecían platos sencillos y poco a poco todo ello derivó en lo que conocemos hoy como restaurantes. De hecho, la revolución francesa llevó al aumento de la clase media, haciendo de la gastronomía y los restaurantes de aquella época, algo público y accesible a todos.
Ya a finales del siglo XIX, llegó la profesionalización de los cocineros y con ellos la figura que hoy conocemos como chef, implantándose también por necesidad, la cultura organizacional en la cocina.
Así, cocineros como Antoine Careme o Escoffier fueron grandes influyentes en la evolución de la que hablamos.
El paso del tiempo, nos ha llevado a la profesionalidad y la exquisitez de los grandes Chef de hoy en día. La alta cocina con sus sorprendentes propuestas, sus divertidas presentaciones y sus diferentes sabores, muchos aún por descubrir, hacen de la gastronomía, un placer para muchos.
Por ello, por la exigencia del comensal de hoy en día, un chef debe tener integradas diferentes cualidades muy importantes a la hora de gestionar una cocina: ha de ser sociable, metódico, creativo, detallista, tener el don de la organización, del liderazgo, capacidad de solucionar problemas, de trabajar bajo presión, saber gestionar un equipo, poseer conocimientos adquiridos en una escuela de cocina (técnicas culinarias, nutrición, gestión comercial, gestión de personal…), que tenga curiosidad para experimentar con nuevos sabores y por supuesto, siempre en constante formación.
Además, es importante y usual, que un chef haya pasado antes por todas las áreas imaginables de la cocina. Ya sea como camarero, lavando platos, en pastelería o incluso deshuesando en una carnicería. También cargos de menor responsabilidad como el sous-chef, por ejemplo, para poder así ejecutar a la perfección su posterior cargo como jefe de cocina.
Y como tal, deberá gestionar todo el personal, el correcto funcionamiento de la cocina, estar en contacto con proveedores, exigiendo calidad y precio, controlando stocks y por supuesto, supervisando que se cumplan todas las normas de higiene y manipulación de alimentos.
En definitiva, su figura es muy importante para el correcto funcionamiento de la cocina. Es quien dará carácter y personalidad a las propuestas que salgan de ella y de quien dependerá que todo salga a la perfección.